Comentario
Lombardía, una de las regiones más ricas y desarrolladas de Italia, fue transferida a los Habsburgo con el Ducado de Mantua en virtud de los Tratados de Utrecht, recibiendo una enorme influencia de la corte vienesa en todo este período a través de las profundas reformas que se acometen desde el principio, como la revisión sistemática del Catastro (1718-1759), la supresión de las aduanas internas (1723), el intervencionismo del Estado para estimular el crecimiento económico y la reforma del sistema impositivo. Asimismo, la ebullición intelectual que haría de la Universidad de Pavía uno de los grandes centros culturales de Italia, fue estimulada por los dirigentes austriacos, lo que convirtió al Milanesado en foco de irradiación de la Ilustración y el progreso. Destacan los gobiernos de Carlos VI, María Teresa y el reformador de José II.
La llegada de los Habsburgo a Nápoles, junto a los deseos de Carlos VI de implantarse sólidamente en el reino, provocó un profundo cambio en la sociedad napolitana: la nobleza, aliada tradicional de la Corona española, es desplazada del poder, y la clase media, hasta ahora marginada de la política, es colocada al servicio del Estado en la Justicia y en la Administración.
La Toscana había sido el gran feudo de la familia Médici, pero a la muerte de Juan Gastón (1737) fue incorporado al patrimonio del duque de Lorena, esposo de María Teresa de Austria. Éste gobernaría la república a través de un Consejo de Regencia, llevando a cabo multitud de reformas a pesar de la oposición de la aristocracia local y de la amenaza española, siempre presente. A su muerte, lo heredaría su segundo hijo, Leopoldo I, que seguirá la política reformista característica del despotismo ilustrado, convirtiéndola en un Estado moderno y desarrollado donde se combinaba el respeto a una cierta libertad individual con los métodos absolutistas, y que lo gobernaría hasta 1790 cuando muere su hermano el emperador José II y en él recae la Corona austriaca.